
Lo que impacta de este arte callejero, desenfadado y cabrón, es la posibilidad de toparse de narices con una ráfaga de iluminación, una inesperada bofetada de lucidez para la que nadie nos había advertido con anterioridad. El bofetón puede acechar junto a una farola, en la fachada del ayuntamiento o la parada del autobús. Debemos estar preparados para toparnos con una placa que no conmemora absolutamente nada o con un gran cartel que nos advierte del peligro de sus propios y afilados bordes.

Este catálogo de deslumbramientos a traición, lo preparan sigilosamente algunos locos de la sorpresa urbana, gentes como los Reyes del Mambo, dispuestos a cambiar la V de la empresa VISA hasta convertirla en RISA, o a llenar una señal de peligro de bolas de billar.

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